1997 Contrafarsa: «En busca de la batuta mágica»

En 1997 retorna Contrafarsa al Carnaval dirigida por Juan Carlos Ferreira, y la retirada –“En busca de la batuta mágica”- transita también por lugares fantásticos, continuando, creo yo, el camino iniciado con el camión de La Muñeca. Incluye una satisfacción particular que es el recitado final referido al retorno de la Contra ese año, escrito con tanto sentimiento como fue interpretado en cada tablado de Montevideo por un hermano de la vida, Gabriel Melgarejo.

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1996 La Gran Muñeca: «La gira mágica y misteriosa»

Luego de un descanso de retiradas en 1995, retorno a La Gran Muñeca en 1996, esta vez por invitación de Pitufo. Ello me permite reencontrarme con buena parte del grupo formado en Contrafarsa y recorrer con ellos, cada noche, los cielos y mares de Montevideo en el camión fantástico de “La gira mágica y misteriosa”, título robado de la imponente canción de Los Beatles con la cual se iniciaba esta retirada.

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1994 La Gran Muñeca: «Adiós al fútbol uruguayo»

En 1994, Contrafarsa no sale en Carnaval, y Fernando Schmidt me invita a compartir los libretos de “La Gran Muñeca”. La retirada de ese año -“Adiós al Fútbol Uruguayo”- pretende sacar jugo humorístico de la desgracia nacional que fue la no clasificación de Uruguay para el Mundial de Fútbol de Estados Unidos.

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1993 Contrafarsa: «La murga de punteros izquierdos»

En 1993 Contrafarsa hace “El vendedor de países” como tema global de actuación. Quiso el destino que la murga estuviera vestida de cuadro de fútbol sobre el escenario, y que hicieran su debut como murgueros, músicos de la talla de Mariana Ingold y Osvaldo Fatoruso. La retirada, “La murga de punteros izquierdos”, incluye, a partir de la línea «murga que me ayudaste a crecer», la canción completa “Locura de murga” de Mariana Ingold, autora en letra y música. Dicha canción se encuentra grabada en el CD “Candombe en el Tiempo”.

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1992 Contrafarsa: «El tiempo nuestro de hoy»

Si bien la retirada del 91 tuvo una dimensión geográfica, esta del 92 tuvo una dimensión temporal. Marcada por el momento de tensión mundial vivido por la guerra del Golfo Pérsico, en la cual el horror se veía en televisión como un juego de computadora o VideoGame, “El tiempo nuestro de hoy” termina, como jamás podrá ser de otra manera, con un mensaje de esperanza a encontrar en las pequeñas cosas, en las cosas cotidianas.

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1991 Contrafarsa: «Los rincones de Montevideo»

Para 1991, Eduardo “Pitufo” Lombardo arregla y dirige a Contrafarsa. Y la retirada de este año fue una apuesta fuerte vista con la perspectiva de los años. En Carnaval existe una regla no escrita de no repetir lo que otros conjuntos hicieron antes, especialmente si lo hicieron bien. Y a Montevideo, muchos letristas le habían ofrendado su amor, con muy buena calidad. Especialmente en los últimos años, todos disfrutamos “La canción de los barrios” de la Reina de la Teja. A pesar de esas consideraciones, y con ese riesgo por delante, “Los rincones de Montevideo” nació porque tenía que hacerlo. Andaba por ahí, pidiendo para salir, y cuando las cosas son así, no se las puede detener. Puedo decir que antes de escribir esta retirada, yo prácticamente no conocía otros países, otras ciudades. En años posteriores tuve la oportunidad de viajar, y hoy día, siento, como Daniel Amaro, que si me dan a elegir, elijo Montevideo.

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1990 Contrafarsa: «Nuestro homenaje a la murga»

Para esta retirada del 90 conté con la motivación de un artículo de Coriún Aharonian titulado “¿De dónde viene la murga?” y con la generosa colaboración de Milita Alfaro, quien me proporcionó abundante información sobre historia de las murgas y del Carnaval. Conservo aún los apuntes de ese día. “Nuestro homenaje a la murga” reivindicó a la murga uruguaya como una expresión cultural propia, creada y recreada en un proceso en permanente cambio desde el siglo pasado, y se transformó en una voz diferente a la oficial que entiende que la primera murga uruguaya fue la “Gaditana que se va”, creada por ciudadanos españoles en el Montevideo de 1907. En 1990, Contrafarsa había grabado un par de canciones de Mauricio Ubal. De una de ellas –“Como el clavel del aire”- tomé prestadas, con el consentimiento del autor, las dos estrofas finales, que calzaban perfectamente con la idea y le daban además la fuerza imprescindible en los momentos previos a la bajada.

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1989 Contrafarsa: «A Carlitos Chaplin»

Esta primera retirada la escribí casi sin darme cuenta. Fue en 1989, cuando comencé con este oficio de letrista de murga que no figuraba en ninguno de mis planes de vida. Pero quizás porque es verdad lo de Cortázar, se puede lo que se hace. Edén Iturrioz propuso hacer un “Homenaje a Chaplin” sobre la base de una idea anterior, que incluía comenzar con la música de Candilejas. Y se fue armando sola. Recuerdo, por ejemplo, que la línea “en un tablado en matiné” surgió a la vuelta de un ensayo, arriba de un 526, con los hermanos Lolo y Pablo Iribarne. Este año se empieza a consolidar el trabajo de un imprescindible “moviendo” a la murga: Hugo Bardallo. Un adelantado para la época. De él he aprendido, y baste como muestra, que al hacer las cosas lo principal es disfrutar del proceso de hacerlas, sin pensar en qué va a ser de ellas.

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Prólogo de Mauricio Ubal al libro del año 2000

Con su doble corazón de risa y lágrima, el carnaval provoca en los murgueros (y en particular en sus letristas) una especie de angustia anual incurable, que empieza a gestarse allá por mayo o junio y se extiende hasta entrado enero. En esos meses anotan ideas, sucesos cotidianos, grandes epopeyas o tristes asuntos. Van recorriendo el dial buscando las posibles melodías sobre las que edificarán cuplés inteligentes, críticos, graciosos, cursis, pretenciosos o sublimes. Los cuplés, chispa y alegría de la murga, atraen y seducen con la belleza y fugacidad de la luz de un fósforo en mitad de la noche. Pasan rápido y casi jamás vuelven a cantarse fuera de ese carnaval.
Las retiradas son otra cosa.

Agridulces y nostálgicas, son hechas para ser recordadas, revividas mil veces si es posible. En ellas, más que en ningún otro momento, late con furia ese ambiguo corazón malabarista de Momo, que canta adiós mientras renace, que enmascara con alegría esperanzadora su miedo de morir al bajar del tablado.
Las retiradas son el lugar preferido de los poetas carnavaleros.
Una visión romántica o folletinesca nos pintaría a estos creadores como eternamente bohemios, suspendidos toda la noche de un verbo, perdidos en boliches de mala muerte, casi afuera del tiempo. Cuesta imaginarlos corriendo un ómnibus para llegar en hora al laburo, entrando al supermercado o poniéndose el traje de contador.
Porque dicen que Alvaro García es contador. Y para colmo, de los buenos.
No intentes confundirnos, Alvarito.
Los que te conocemos desde hace algún tiempo, sabemos con propiedad que realmente sos un incorregible bardo y galán enamorador de cuánta musa carnavalera anda por el aire. Y que, entre porcentajes, cálculos y balances, guardás una tecla oculta por la que te fugás misteriosamente en algún momento del día a colgarte de esa metáfora inconclusa que te persigue y no te deja dormir.

Yo te supongo en un estado de “levitación murguera permanente” que te permite zafar de los fatídicos lugares comunes e inventar rimas insólitas, camiones volando como estrellas sobre Montevideo, batutas de grapamiel o murguistas apurando las hojas del almanaque, todo para intentar darle forma a esa Retirada perfecta y maravillosa con la que soñás siempre.
Parafraseándote, “ quizás nunca exista una retirada así”.
Pero la buscás. La buscarás eternamente porque de eso se trata este asunto.

Mientras tanto, yo voy a deleitarme abriendo estas páginas, yendo y viniendo atrás de tus baterías locas de remate, prendidas a esta ciudad como la llama de ancap, gozando tus personajes, coloreandome con estos dibujos y repasando bajito las melodías que me acuerdo. O sencillamente viendo bailar a tus versos sobre el escenario blanco del papel, así nomás, sin música ni clarinada.
¿Sabés qué lindo que se mueven?

Salú, poeta. Y hasta el otro carnaval.

 Mauricio Ubal

Prólogo de Nelson “Laco” Dominguez

Alguna vez, allá lejos en el tiempo, el humorista español Enrique Jardiel Poncela dijo en una de sus chispeantes apostillas que si «la luna está siempre pálida es porque hace vida nocturna».

La frase viene justita al recuerdo, en tiempo de cadencias carnavaleras y complicidades afectivas en la alta madrugada, ante este libro de Álvaro García que tiene la virtud primordial de reafirmar el valor en sí mismo, desde el punto de vista poético, de las letras originalmente escritas para ser cantadas por una murga.

Poesía de pueblo, si, canción de esquina a la manera de aquello que el gran «Wimpi» definía como una ventana abierta a la calle para atrapar vivencias de lo cotidiano y volcarlo en el lirismo de esa retirada que es, siempre, la frutilla del postre para toda murga que se precie de las más genuinas esencias del genero.

La recopilación de diez de esas creaciones escritas en la última década por García -un joven Contador Público con alma de gorrión de cara pintada- para Contrafarsa y La Gran Muñeca resulta entonces un aporte desde todo punto de vista positivo ya que más allá de su trabajo personal reivindica legítimamente a la letra de murga como expresión lirica, en el más cabal sentido del término.

Desde el propio título de este volumen, con el simbólico «Volviendo a casa en madrugada. Poesía murguera de fin de siglo», el autor une su alma con el lector que antes escuchó esos mismos versos en las voces del coro estirado, al vuelo melódico de la clásica «batea» de bombo, platillo y redoblante.

Leer esos poemas pautan, por cierto, una historia y una sensación distintas desde el punto de vista reflexivo, aunque sin duda gratificantes, y hacia ese objetivo apunta con muy buena puntería el libro que, desde ya, es parte del propio acervo carnavalero en estas ásperas, contradictorias, aunque también previsiblemente esperanzadas, postrimerías del milenio.

Triplemente académico -por su condición universitaria, su formación en las cosas del mundo popular y la pasión ilimitada por el Racing futbolero- Álvaro es uno de los más brillantes exponentes de la savia nueva de la poética murguera, cimentada en el ejemplo de maestros imborrables.

Y paralelamente, en justa yunta, un conocedor a fondo, desde adentro, tallando en el coro y cubriendo los distintos rubros de esa categoría, de todos los secretos de un género carnavalesco que define con códigos intransferibles la genuina esencia del barrio como universo afectivo.

Un beso a la vida… «piropos de murga en aire de febrero» escribe al autor y, de esa forma, con sencillez pero también en alas de fina sensibilidad costumbrista, refleja en sus retiradas el perfil humano, las vivencias esquineras, los sueños y las ilusiones, los logros y las frustraciones; esas cosas cotidianas, en suma, que trazan las facetas más resaltables de la impronta de la gente.

Entre su manojo de versos le canta por ejemplo, «al camión volando sobre toda la ciudad» con su carga de murgueros, disfraces, utilería, instrumentos musicales y cajas de colores para rendirle tributo así, líricamente, a un arquetipo del universo carnavalero.

Y si ánimo de emulación, simplemente por natural referencia, se perfila la comedia humana de la balada de Horacio Ferrer que pauta anchas complicidades con los locos-cuerdos y entrañables que «inventaron el amor».

Habla de historias siempre sin final, ni telón, y no dice nada aventurado al afirmarlo pues el secreto clave, ese misterio eterno de la mística carnavalera es precisamente ése: el nacimiento, la muerte y la resurrección de la calle y sobre las tablas, en un desafío creativo que no cesa.

Por allí, su fresca inspiración se orienta hacia alguna cantina de barrio o a un boliche de añejas querencias, con lunga historia, y alude cálidamente al murguero más viejo del mundo, que «nació en un camión, creció en un cuplé» y sigue palpitando ignotamente en algún rincón de la ciudad.

Su poesía recoge un estado de ánimo que es de todos, cuando los fuegos de Momo iluminan el alma: – «Andan los viejos murgueros/ prendidos del estaño/ aguantando la llama/ junando la partida/ van pasando la posta/ con el fuego sagrado/ y aunque nunca se irán/ cantan… la despedida».
O la otra interrogante, no menos emblemática, preguntándose en voz alta ¿qué hacen los murgueros entre Carnaval y Carnaval?, cuando «quedan congelados los sueños del tablado», inevitablemente «bancando inviernos».

«Un año sin disfraces desde marzo a febrero/ ¿dónde esconden los colores?/ ¿cómo apuran las hojas del almanaque…?», interroga, mientras «Pitufo» marca los tonos, traza sus características piruetas y rinde tributo evocativo desde el corazón a la fibra candombera del inolvidable Tito Pastrana, catedrático mayor de directores.

Este libro es para leer y releer, obviamente, pero también para escucharlo y animarse al tarareo, dicho ello sin el mínimo atisbo de metáfora.
Porque cada verso de Álvaro alienta una música querendona, íntimamente nuestra, surgida desde abajo para proyectarse a las alturas del fecundo imaginario del pueblo, que va conformando los capítulos impostergables de la memoria colectiva.

Poesía de murga, embrujo renovado de los carnavales de la vida que siguen deshojando almanaques de ilusión como un viajero incansable y empedernido del tiempo sin edad.

A marcha camión, con fervores y emotividad a flor de piel y el recuerdo de «Rubito» Lena que «de la raíz del pueblo y a cantar» sigue arrimando desde una esquina de barrio su verdad sin mácula: -«Venimos, desde lejos/ del hondo y misterioso Carnaval/ el hombre es un muñeco/ el hombre es un muñeco/ de sueños nada más…».

GURUYENSE

Álvaro García

Álvaro García nació en Montevideo el 19 de setiembre de 1961.

Es Contador Público egresado de la Universidad de la República en 1985 y Diploma en Finanzas de O.R.T. en 1995. En el ámbito público fue Ministro de Economía y Finanzas (setiembre 2008 a febrero 2010) y Director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto del Uruguay (marzo de 2015 a febrero de 2020).

Es letrista de murgas en el Carnaval Oficial de Uruguay desde 1989, y fue mencionado como el mejor letrista de murgas en el Carnaval de 1991 y de 2018 (compartido). Ha participado en la obtención de cinco primeros premios de murga (1991, 1996, 1998, 2000 y 2002) y cinco menciones de mejor retirada de murgas del Carnaval (1996, 2000, 2001, 2002 y 2018).

Ha participado muy puntualmente en grabaciones con Jorge Lazaroff y Mauricio Ubal, tiene en autoría y coautoría algunas letras de canciones con Fernando Ulivi, Mariana Ingold y Mauricio Ubal y Pablo Porciúncula.

Es autor en letra y música de la marcha del Racing Club de Montevideo, de la marcha de la Juventud Socialista del Uruguay en coautoría con Fernando Delgado y de la letra del Himno del Colegio de Contadores, Economistas y Administradores del Uruguay.